Debido a lo extendido de su uso, el llenado de pomos plásticos puede parecer una tarea sencilla, pero requiere de un proceso industrial de alta precisión diseñado con el objetivo de garantizar la calidad, la eficiencia y la seguridad del producto. Desde la selección del material hasta la inspección final, cada etapa es crucial para que el contenido se conserve en perfectas condiciones y cumpla con todas las normativas vigentes.
En los últimos años, la seguridad de los envases plásticos empleados para contener alimentos se ha convertido en un tema de gran relevancia. La preocupación general se centra en que determinados plásticos, si no están fabricados correctamente, pueden liberar sustancias químicas nocivas al entrar en contacto con los alimentos. Este riesgo aumenta bajo ciertas condiciones como la exposición a altas temperaturas, o durante períodos de almacenamiento prolongados. Por eso, se han implementado normativas estrictas y certificaciones de calidad a nivel global para asegurar que los envases plásticos sean seguros para el consumo humano y no representen un peligro para la salud.
A lo largo de las últimas décadas, se ha visto una preocupación creciente por la cantidad de plástico que la humanidad utiliza y la forma en que éste contamina. Derivado de combustibles fósiles, se producen anualmente cerca de 450 millones de toneladas de plástico. Por eso, el desarrollo de alternativas sostenibles viene despertando gran interés desde hace tiempo, siendo ahí donde ocupan un rol fundamental los bioplásticos.
El mundo de la industria farmacéutica es complejo y cada detalle de los envases es fundamental, incluyendo la elección del color. Lejos de ser una mera decisión estética, la coloración de los pomos juega un rol crucial en la protección del medicamento y, por lo tanto, en la seguridad de los consumidores. No obstante, es un proceso que presenta desafíos considerables, siendo uno de los más importantes la migración de los pigmentos.